Es curioso, con el paso de los años
uno se vuelve, aún más, crítico con sus propios actos, supongo que
me enseñaron a querer, pero nunca a quererme a mi mismo, tampoco es
que me diesen muchas opciones, en el colegio fui maltratado, eso del
“acoso escolar” no es algo nuevo, muchos lo hemos sufrido, por
unas circunstancias o por otras, los que nacimos en otras épocas
fuimos maltratados sin encontrar apoyo alguno en nuestras respectivas
casas, es más, nuestros progenitores justificaban aquel maltrato con
frases como. “algo habrás hecho”, “te lo tienes merecido”, y
cosas similares.
Obviamente eso lo único a lo que
contribuía era a que te encerrases más en ti mismo y fueses
callando y tragando hasta romperte en pedazos por dentro. En mi caso
el maltrato comenzó de pequeño, por ser zurdo, sí, curiosamente,
en aquella época, ser zurdo era poco menos que un delito, hasta el
punto de que creo que ni siquiera en mi casa se enterasen de dicha
“discapacidad”, lo sigo siendo para determinadas cosas, no para
todo, pero así empezó todo. Para colmo, cuando empecé a crecer, no
es que fuese un niño agraciado, no, para nada, más bien, bajito,
gordo y feo, lo que hizo que en el colegio los motes que me ponían,
fuesen de todo menos simpáticos y graciosos; me llegaron a
considerar como “vomitivo” y que “daba asco”...
Cuando tenía 14 años, pobre de mi, se
me ocurrió escribirle una poesía a una de las niñas de clase, me
gustaba, mucho, el trato que me dieron, leyéndola delante de casi
todo el colegio, las risas, la vergüenza, era la fiesta de fin de
curso del año 1975, hasta los profesores se reían, era el final de
la EGB, y habría ido al instituto del Barrio, el único que había,
no fui, quería estudiar Biología, no lo hice, ir al instituto
después del verano suponía un trago que no estaba dispuesto a
pasar, volver a cruzarme con aquellos que me humillaron y me
destrozaron, por cierto, los siguientes 15 años de mi vida; me
matriculé, no sin antes tener un problema en casa, de tres pares de
cojones, en un Instituto de Formación Profesional de otro barrio
diferente, todas las mañanas me levantaba hora y media antes y todas
las tardes llegaba a casa hora y media después, pero era preferible
antes de volver a cruzarme con la gente que me había hecho pasar
esos tragos. Ni que decir tiene que no volví a ver a mis antiguos
compañeros de colegio y que comencé a relacionarme con otras
personas, otros amigos, algunos los mantengo pasados los años aunque
para ser sincero, estuve apartado de ellos más de veinte años.
El Instituto de formación profesional
si tuvo una cosa buena, aprendí música, y la verdad es que conocí
gente bastante interesante y con la que empecé mi andadura en el
mundo musical, mundo que abandonaría al conocer a mi mujer, mujer
que cambiaría mi vida por completo. Tenía ya 30 años y no había
estado nunca con una chica, sólo una vez, unos años antes, me
enamoré de una amiga, pero para ella sólo era eso un amigo, eso me
dijo cuando me dijo que no, “Te quiero mucho, pero como amigo”, a
día de hoy, me siento feliz de que siga siendo “mi amiga” y de
tenerla en mi vida, nada más que como amiga, nada más, y nada
menos.
Como he dicho, cuando tenía 30 años,
apareció mi mujer, y nunca antes había estado con ninguna chica, ni
había tenido novias, ni parejas, ni rolletes, ni nada por el estilo,
me sorprendió muchísimo que yo, le gustase, no me lo podía creer,
¿Yo?, ¿Gustarle a una chica?, fue ella, de hecho, la que me tiró
los tejos a mi, yo ni me había fijado en ella, me la presentaron
pero poco más, ella fue la que me llamó un día y me dijo que le
gustaría quedar conmigo, salir..., conocernos..., para mi era algo
fascinante, alguien que se interesaba por mi, alguien del sexo
opuesto, que me buscaba y a quien le interesaba, era curioso, mis
amigas, que las tenía, me querían mucho, todas, me veían
simpático, agradable, cariñoso, pero nunca, ninguna, se llegó a
interesar por mi, como pareja, como amigo me querían una barbaridad,
pero como pareja...
Pero apareció ella, la verdad es que
no lo pensé, empezamos a quedar y a salir juntos, cada tarde con
ella, era más fascinante que la tarde anterior, ¡¡¡le gustaba de
verdad!!!, me parecía tan irreal que creí estar viviendo un sueño,
la primera noche que pasamos juntos, cuando me desperté a su lado,
ella abrió los ojos y me besó, no pude hacer otra cosa que pedirle
que me pellizcase,
-¿Que te pellizque?, ¿Y eso?,
-joooder, porque
debo estar soñando, esto no puede pasarme a mi,
Se río, muchas veces recuerdo sus risas, me pellizcó, claro,
-¡¡¡¡Ayyy, coño, que me haces daño!!!
-Me has pedido que te pellizque y te
pellizco, que bobo eres...
Me contesto, con una sonrisa....nunca
olvidaré aquella forma de sonreírme. Creo que ahí, precisamente por esa sonrisa, empecé a enamorarme de ella.
Continuará...
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