Una mañana diferente.


Nada presagiaba que la mañana sería distinta a otras, quizá cambiase la cafetería en la que, a veces, desayunaban, pero seguramente sería cerca de la oficina en la que ella trabajaba, como otras mañanas; pero no, no fue así, ella, con la excusa de que no se encontraba muy bien para ir a trabajar, le dijo que sí, que le apetecía mucho tomar un par de cafés en su compañía, pero que, si no le importaba, se acercase a su casa que estarían más tranquilos.

Un suave escalofrío recorrió su cuerpo, erizando el vello que encontraba a su paso, lo cierto es que siempre sintió una especial atracción hacia ella y, en más de una ocasión, le pareció notar una fuerte tensión sexual entre ambos.

Como siempre, habían quedado un par de días antes por WhatsApp, y como todos los días, se levanto y se dio una buena ducha, no le daba importancia al hecho de quedar en casa de ella, no al menos mientras se arreglaba, como siempre, tampoco era una ocasión especial, no era eso lo que creía en esos momentos, hasta que se miró en el espejo antes de salir de la habitación, su subconsciente le había traicionado y no, no iba normal, no era su forma habitual de vestir, y su mirada reflejaba un deseo que no había experimentado desde hace mucho tiempo, por un momento estuvo a punto de arrepentirse pero no se detuvo, se dirigió al coche y por unos momentos dudó.., - ¿Qué estás haciendo?, se pregunto -, pero se puso en marcha sin llegar a responderse.

Mientras iba de camino, dudó un par de veces, era la primera vez en muchos años de matrimonio que se le cruzaba, por la cabeza, la idea de serle infiel a su esposa y eso, la verdad, le ponía nervioso, -¡¡Mira tu que a estas alturas de vida!!!, se repetía -  pero la excitación iba en aumento, tanto, que casi tuvo una primera erección mientras conducía, - ¡¡¡Al diablo con todo!!! - no se detuvo y siguió hasta su casa. Llamó al portero y ella le contesto casi de inmediato.

- ¡¡¡Hola, te estaba esperando, te abro!!!, la voz de su buena amiga, era más dulce de lo habitual. Cuando le abrió le pareció mucho más bonita que otras veces, tenía una bata roja que parecía de seda con grandes dibujos de dragones chinos, su sonrisa era más amplia que otras veces y su mirada profunda con un brillo especial en sus ojos, el pelo, recogido, pero dejando un pequeño flequillo sobre su frente que le daba un aire casi oriental, la bata, ni muy ancha, ni muy estrecha, lo suficiente para dejar a la imaginación una figura que se le hacía deliciosa.

- Holaaa, ¿Qué tal?
- Bien, guapísima, ¿Y Tú?...bueno, ya te veo, la verdad, estás preciosa

Antes de que ella se acercase a darle un par de besos en las mejillas, él le dio el ramo de rosas que tenía a su espalda y que había comprado unos minutos antes de llamar al portero automático.

- No son tan lindas como tú, peroooo.

Ella dibujó una gran sonrisa en sus labios y le miró con una dulzura, tan especial, que sintió un hormigueo recorriendo su cuerpo que hacía mucho que no experimentaba, no queda claro, si por error, quizá por los nervios, la excitación, o, simplemente, provocado por ambos, sus labios se rozaron al buscar sus mejillas y a punto estuvieron de fundirse en un largo beso,

- ¿No me invitas a entrar?
- Uuuy, Sí, -le dijo ella,nerviosa-, ¡¡¡ Perdona, pasa!!!

Pasaron a la cocina ya charlaron un ratillo mientras la cafetera italiana preparaba el café, ella, a la vez, sacó una bandeja con pastas, mientras la tensión, entre ambos, iba creciendo de forma exponencial, ella, nerviosa, no sabía muy bien en donde volver a poner la caja de las pastas, él, con una risa nerviosa no paraba de admirar el cuerpo que imaginaba tras la bata de ella tratando de vislumbrar que se escondía tras esa brillante tela roja.

- ¡¡¡Échame una mano a llevar los cafés!!!
- Sí claro, contestó él, colocando las tazas y los cubiertos en una bandeja junto a una pequeña jarra de cerámica azul en la que iba la leche y se dirigieron al comedor, mientras charlaban y se comentaban las últimas noticias de ambos,
- ¿Qué tal el trabajo?, -preguntaba él, 
- ¡¡¡Bueeno, más o menos como siempre, ya sabes, con los líos típicos, ¿Y tú?, ¿Cómo van las cosas en casa?
- ¡¡¡Uffff, complicado!!!, están la cosas muy complicadas….

Ya sentados en el sofá, después de servir el café, el la acarició suavemente y cogiéndola por la cabeza acercó su boca hasta fundirse en un largo y apasionado beso, húmedo, profundo, dejando a sus lenguas total libertad de movimientos; abrazándose como si fuese a acabarse el mundo, abrazados y con sus bocas fundidas en una sola, ella se recostó sobre el sofá mientras tiraba de él hacia ella sin dejarle retirarse ni lo mínimo, puede que el beso durase segundos, minutos, ¡¡¡Qué más da!!!,

Sus bocas rezumaban deseo, ansiaban devorarse el uno al otro, él, entonces, recorrió su rostro con la boca en busca de su cuello, mientras, ella, recostada del todo, acariciaba la espalda de su buen amigo y él quitaba el cordón que sujetaba su bata, ella sentía la humedad de los labios recorriendo su cuello mientras las manos de él acariciaban sus pechos, sentía como su lengua iba recorriendo su piel y como, juguetona, pero suave, lujuriosa, pero con dulzura, empezó a rodear sus pezones, hasta que sus labios comenzaron a besarlos, mientras los pezones se endurecían, casi tanto como su miembro, con una erección como no recordaba, él, comenzó a desnudarse y mientras se desabrochaba la camisa, ella, que ya se había despojado de la bata, le quitaba los pantalones y comenzaba a acariciarle el pene, ya estando él completamente desnudo, volvió a recostarla y siguió jugando con su boca y su lengua por su cuerpo, siguió bajando, rodeando su ombligo, besando su vientre, sus caderas y mientras bajaba con la boca por sus muslos le fue quitando la única prenda que separaba a su boca del sexo de ella.

El seguía rozando suavemente sus muslos con labios y lengua, esta vez subiendo desde sus pantorrillas, mientras sus manos acariciaban su pubis y sus caderas, su lengua, buscaba con ansia su clítoris y empezó a juguetear con él, lamiendo suavemente su vagina, introduciendo su lengua en ella y haciéndola girar sobre sus labios internos. A esas alturas ella ya estaba totalmente excitada, jadeando, gimiendo de placer, húmeda, deseando que la penetrase. Su buen amigo, era realmente genial, la estaba haciendo sentir realmente bien, querida, deseada, casi sollozando de placer, sobre todo cuando le daba unos pequeños mordisquitos en el clítoris y jugaba con su lengua en el interior de su vagina, dentro de ella, lo que le provocó un orgasmo tan intenso que casi no lo creía, se echó hacia adelante para poder sentirlo mejor, era fantástico, entonces, él la penetró, moviéndose muy profundamente, con un movimiento cadencioso y dulce, enérgico a la vez, entrando y saliendo de ella, provocándola en cada acometida, un orgasmo aún mayor.

Él, muy excitado con los jadeos de ella y, mientras ella le arañaba la espalda una y otra vez, sintió que el alma se le escapaba por el pene comenzó a correrse dentro de ella, y, como si hubiese abierto un grifo de golpe, sintió el semen caliente salir de él mientras en cada acometida ambos jadeaban buscando sus bocas desesperadamente para fundirse en un beso largo, muy largo, mordisqueándose los labios, jugando con sus lenguas mientras ambos llegaban a un orgasmo como no habían tenido nunca, al menos, él.

Se quedaron abrazados en el sofá, temblando de placer, con el vello erizado por los escalofríos y el hormigueo que aún sentían por el roce de su piel, besándose, despacio, con dulzura, suavemente, mirándose a los ojos de vez en cuando, extasiados por el brillo que contemplaban mutuamente en la mirada del otro.

No terminaron ahí, siguieron jugando con sus cuerpos, haciendo realidad sus deseos más íntimos, casi reinventando el Kamasutra, buscando la manera de que el placer fuese más intenso, buscando la forma de estimular, todo lo posible, todos sus puntos erógenos, entregándose el uno al otro por completo.

Cuando se levantaron para terminar los cafés que estaban sobre la mesa eran casi las 5 de la tarde…

- ¡¡¡Vaya!!! – comentó él, acariciándose el cuello- se nos ha ido de las manos el desayuno.

Ella se rió con una fuerte carcajada. Ambos se fueron a la ducha y volvieron a amarse, ambos sabían que él tenía que volver a casa, quizá, ella pensaba pasar el resto del día y la noche con él, pero no era posible y lo sabían.

Ella le acompañó, bajó con él, y antes de irse en el coche se sentaron en una  terraza y comieron algo, unos pinchos, unas cervezas, y un par de cafés; hablando, con mayor complicidad que nunca, haciendo planes para una próxima vez, para buscar la forma de volver a encontrarse, como buenos amigos, para desayunar juntos, un par de cafés y unas pastas.


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