Soy como  un libro, de esos que parecen aburridos, fácil de apartar a un lado, uno de aquellos que ni siquiera reparas que está, en algún lugar, en alguna estantería, pero, de los que si quisieses leerlo, te darías cuenta, a través de cada página, que no soy aquello que pensabas, que, quizás, puedo ser mucho mejor de lo que aquellos, que no se han tomado la molestia, ni de leer el prólogo, pero, que se han dedicado a criticar, a destruir, a intentar arrinconarme  en el fondo de esa estantería abandonada en algún rincón, aquella a la que van a parar los libros que nunca leerías.

Uno de esos libros, en los que capítulo a capítulo, podrías descubrir la magia, o encontrar la imaginación, quizás, también, por qué no, descubrirías, un mundo repleto de sueños, de paseos por la cara oculta de la luna, de historias de caballeros andantes, en las que alguna bella Dulcinea, igual, alguna vez llenó un corazón; páginas llenas de acertijos por resolver, de dudas, de penas, de tristezas y de grandes alegrías.


Uno de esos libros, en los que el misterio envuelve cada uno de sus capítulos, hasta que llegases a sus últimos párrafos, en los que descubrirías la verdad que se oculta tras los trazos de cada una de sus palabras, quizás, llegado el caso, podrías descubrir alguno de los secretos que se esconden en cada una de sus páginas, pero no lo sabes, y quizás, nunca llegues a saberlo, soy de esas clase de libros que nadie quiere leer.


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