Mi Querida Soledad

Cuantos paseos a la luz de las estrellas,
juntos, cogidos de la mano, escuchándome
dejándome hablar, sin mover mis labios
cuando sólo en mi mirada lo veías todo.

Cuántos abrazos en el viejo banco del parque
arrullados por el viento, acunados por la luna,
cuántas lágrimas derramadas en llanto mudo,
cuántos deseos soñados, y a la vez enterrados.

Siempre escuchaste mis más íntimos anhelos
amaste cuando amé y soñaste cuando soñé
como si de uno sólo se tratase, te fundiste conmigo
formas parte de mi ser, de mi alma, de mi baúl.

Compañera infatigable, amante fiel y gran amiga
tu sólo me escuchas, me comprendes, me conoces,
sientes cuando yo siento, y lloras, cuando yo, no puedo,
has derramado por mi las frías lágrimas de la tristeza.

Y siempre estás ahí, a mi lado, acompañándome,
ayudándome en el largo sendero, en el duro caminar;
llenando de paz, una mochila que cada vez pesa más,
pero tu estás aquí, tu no te vas, Mi querida, Soledad.
 

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