Mi Otoño


Otoño, esa estación que tanto me gusta y de la que disfruto enormemente, esa estación que quisiera que  fuese perenne, eterna, la  última estación en la que quedarse siempre. Un otoño cálido, iluminando con sus bellos colores un sendero de sentimientos y emociones.

Sentimientos de hojas caídas, cansadas, de pequeñas gotas de lluvia, rebeldes, que juguetonas se deslizan por tus mejillas acompañándote cada día en tus paseos.

Emociones que como si de un sueño se tratara te elevan hasta las nubes, que llenan el azul del cielo de color gris, que te llenan de una melancolía que te embarga en un temprano anochecer entregándote el placer de ver un atardecer hermoso y cálido.

Sentimientos que te trasladan a mágicos mundo, renacidos en tu corazón por la calidez de la brisa, de unas briznas de aire fresco, casi marino, que renuevan tu amor por la mar que te vio nacer, la que casi comienzas a oler con la caída de la tarde, la que vislumbras a lo lejos tras aquél viejo faro.

Sonidos  que te ofrecen una pasión renovada,  los crujidos de las hojas bajo los pies cuando sales a pasear, aquellas hojas que cansadas,  han decidido bajar de los árboles  ayudadas por ese pequeño hálito de frescor que se siente en lo más profundo del ser.

Nuevos colores, casi olvidados, colores que renuevan tu vida, quizá también el amor que sientes por los tuyos, colores que se reflejan en los poros de tu piel, hasta rodearte con un hermoso halo de luz.

Nuevos olores,  que despiertan en ti  emociones, sueños; olores a hierba mojada, fresca, deliciosa, que te transportan a un mundo sólo soñado y que ya casi no recuerdas, aquellos verdes prados que solías recorrer de niño.

Nuevos sabores,  delicados, sabores que paladeas, como si estuvieses en aquellos campos de entonces, la montaña a la que te gustaría regresar, la mar, los paseos por aquellos lugares que recorrías mientras la lluvia empapaba tu rostro.

Emociones y sentimientos que tras la ventana de tu pequeña  habitación se desbordan cuando  las pequeñas gotas de lluvia, efímeras, que mueren al poco de nacer, se deslizan sin rumbo fijo, bailarinas, traviesas, gotas que sólo observas, sólo disfrutas de su pequeña danza.

Esos momentos en los que no piensas,  sólo sientes, momentos en los que tus lágrimas enjuagan tu mirada, mientras sostienes un cigarro en una mano y, sobre la mesa, se encuentran una copa de whisky y un buen libro mientras escuchas música suave y apacible, esos momentos en los que la lluvia golpea suavemente  la ventana y el aire va meciendo los árboles, y las hojas siguen cayendo, las ves, las oyes, las notas, las sientes, y una vez en el suelo y empapadas por la fina lluvia, te recuerdan, evocan en ti, aquellos momentos que una vez olvidaste y que de nuevo consigues recordar.


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